sábado, 3 de diciembre de 2016

Plan Revolucionario.

Abraham Nuncio
Alguien muy cercano a mí me escribió: Para los tiempos difíciles que se avecinan, América Latina necesita líderes de la talla de Fidel: con ingenio para la política y los pantalones bien fajados para enfrentar al imperio... Quizá la fuerza de la amenaza que ya se cierne sobre nuestros países sea la que haga surgir otro Bolívar, Juárez o Castro.
Con mayor modestia, y restringido a lo más inmediato y que no podemos soslayar, 2018, pienso si hay alguien en México que tenga esa capacidad. Quienes aspiran al poder presidencial –aún el más determinante en el mando político de México– son, en su cegadora mayoría, individuos oportunistas, trepadores, frívolos, trumpistas, aparecidos con alma de mercaderes o de lameclámides, ajenos a nuestra historia y al pueblo, a sus demandas y necesidades.
Puede haber más de una excepción. Por ahora yo sólo veo una. Se llama Andrés Manuel López Obrador. Es un político de convicciones probadas en la práctica, en el conocimiento, el compromiso con los grandes problemas nacionales y en la reflexión constante en torno a ellos. ¿Tachas? Por supuesto; pero son menores que sus virtudes.

López Obrador es el mismo que escribió Fobaproa: expediente abierto y el autor, tras una docena de libros, de Catarino Erasmo Garza Rodríguez. ¿Revolucionario o bandido? Lo que hay en Fobaproa y sus efectos (despojo al pueblo de México de bienes para su desarrollo en favor de una élite rapaz) es lo que había durante el porfiriato en las concesiones al capital interior y externo, el despojo de tierras, la militarización del aparato de seguridad y la concentración de poder en favor del acaparamiento de la riqueza en manos de unas pocas familias. Sólo hay que recordar que al doblar el siglo XIX tres cuartas partes del territorio del país eran propiedad de 276 personas.
En esas condiciones la inconformidad se convirtió en rebeldía y la rebeldía en una revolución. Así van apareciendo figuras y movimientos antidictatoriales como el que encabezó Catarino Garza. López Obrador nos permite apreciarlos en su obra.
El norteño se ha querido ver como en su retrato vio a Catarino Garza el honesto escritor colombiano que fue Donaldo Velasco: “No era, en mi concepto, el bandido vulgar que retratan los norteamericanos (…) aun después de muerto inspiraba respeto (…) mirada fija y penetrante frente despejada y de notable hermosura y sus manos recogidas como el gladiador en actitud de combate”.
Catarino, según nos cuenta el autor, se levantó en armas con un Plan Revolucionario en 1891. Señalaba en Díaz y su gabinete la perversión del poder para lucro personal, teniendo como leyes sus caprichos. A estos sujetos los acusaba de venganzas privadas y de crueldad extrema y avaricia. También los acusaba de haber desmoralizado a la nación, asesinando a unos y prostituyendo a otros, atrayéndolos para robar y saquear el Tesoro Nacional, teniendo el pueblo mexicano bajo la más horrible de las dictaduras, y suprimiendo sus derechos fundamentales de seguridad personal, de libertad individual y el derecho a la propiedad. En el mismo sentido señalaba a Díaz como el responsable de haber comprometido el futuro de la nación. Concluía que la integridad de la nación estaba en peligro inminente, pues en los Estados Unidos se ha propuesto al Congreso que la Unión Norteamericana utilice los fondos para comprar la Baja California.
En su Plan Revolucionario asume la necesidad de sacar del poder a Díaz y restaurar la Constitución de 1857. En él se establece que Catarino E. Garza será nombrado jefe del Ejército Constitucional del Norte y que se convocará a elecciones para una convención constitucional que deberá revisar la constitución de ‘57 modificando o reformando lo que se considera conveniente en el marco del sistema libre federal.
El plan prescribía la no relección para todos los funcionarios públicos y la elección de jefes y oficiales revolucionario a elegirse, así como de cualquier a ser elegido antes del periodo presidencial del nuevo gobierno. También daba libertad completa a todos los partidos políticos y suprimía la ley fuga. Se mandaba remover todo obstáculo al comercio y la industria, a ser soberanos a los estados e independientes a las municipalidades, así como basarse en los principios democráticos. En uno de sus puntos esenciales establecía una ley agraria que daba en propiedad a los mexicanos las tierras que desearan cultivar.
Este plan encabezado por Catarino tenía por lema Constitución de 1857 e integridad nacional. Fue fechado en el margen del Río Bravo, estado de Tamaulipas, en septiembre de 1891.
Como otros revolucionarios, con sus planes propuestos fueron derrotados. Antes de la derrota final, Catarino Garza decidió ir a pelear por otros objetivos libertarios. Se dirigió a Costa Rica, que daba abrigo a los más importantes revolucionarios de América Latina y el Caribe. De allí partió, como diría Borges, hacia su destino sudamericano. Murió combatiendo en Bocas del Toro, un lugar de Panamá que aún pertenecía a Colombia.
No por nada López Obrador recrea, en torno a la figura del guerrillero Catarino Garza, condiciones sociales semejantes a las que nos ha impuesto el neoliberalismo. López Obrador aun persigue un cambio pacífico. Nadie, salvo los enfermos y los perversos prefieren la violencia. Pero, actualizando a Catarino Garza, la resistencia a la arbitrariedad tiene un límite. Vale la pena recordarlo, porque muy pronto tendremos que reflexionar varias veces sobre el tópico.